Posts con el Tag Veraneo

Profe, profe

Me manda mi suegro, maestro de profesión y ya felizmente jubilado, un correo con un enlace a una encuesta que hace el PAIS.com en la que se plantea modificar el inicio del curso escolar. Suena a globo sonda.

Los que hemos trabajado durante muchos años en la enseñanza somos conscientes de que la tan manida frase de “te has hecho profesor por tres razones: junio, julio y agosto” es usada más de lo debido, normalmente por personas que no tienen ni idea de qué es lo que conlleva ser profesor, cuáles son las exigencias, en qué medida estresa, resumiendo, cómo de necesarias son esas vacaciones. Normalmente te lo dice gente que gana el triple que un profesor, con lo que al final del curso, el profesor habrá ahorrado una tercera parte que él, y ese dinerillo le tiene que durar tres veces más que a él.

La pregunta es obvia, ¿Estarías dispuesto a tener unas vacaciones con una novena parte de la calidad que tienen las actuales?

Para no ponernos excesivamente serios, después del salto encontraréis un resumen (de coña, pero muy real) de a qué se tiene que enfrentar un profesor día a día. ¿Merece la pena? en mi opinión sí.

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Miña terra galega

Vamos a tener (como todos los años) la oportunidad y el lujo de irnos a tierras de la costa lucense, a la localidad de Viveiro, para pasar los pocos dí­as que nos quedan de vacaciones. Voy a intentar que participéis de las cosas que nos van sucediendo, dónde vamos, qué comemos, dónde nos bañamos.
Como este blog es más de estilo familiar que otra cosa, os voy a hacer que, aunque sea de una forma remota, disfrutéis tanto como yo de este viaje.

El primer dí­a en el paraí­so ha sido una bacanal de marisco, buen vino y playa. Hací­a bastante tiempo que no tomaba tanto marisco y de tanta calidad.
Para ello nos hemos tenido que mover 29 kilómetros hacia el oeste, a la localidad de Espasante, en cuyo puerto se encuentra el restaurante “Planeta”. Este restaurante comenzó a servir comidas allá por 1973, y los más antiguos todaví­a recuerdan las mesas corridas en las que se reuní­an varias familias (en la misma mesa, claro), y en las que el utensilio para abrir el marisco era una maza. Claro, después de unos cuantos vinos, la punterí­a con la maza mermaba, y acababan salpicando de marisco unas familias a otras (supongo que así­ comenzaron a hacer el salpicón de marisco). Bueno, pues desde entonces, el negocio ha evolucionado bastante, y ahora, en vez de una marisquerí­a cutre, nos encontramos unos salones “atutiplén” que sirven un de los mejores mariscos de la zona.
En las rí­as altas, el rey del marisco es el Bogavante (lubrigante le llaman por allí­), y hoy hemos tenido la suerte de degustar dos hembras de lubrigante de unos 2 kg. cada una, una cocida y la otra a la plancha (espectaculares) regadas con vino de la tierra (ribeiro Casanova 2006), que aunque joven, casaba perfectamente con los manjares que estábamos degustando.
A estas dos piezas le han acompañado unos calamares de la rí­a fritos, un pulpo a feira, almejas a la marinera (muy recomendables), y unas croquetas de centolla.
Un dicho gallego canta: “Hombre o mujer que come centolla, no duerme bien si no folla…”, pues bien, malpensados, luego no hemos ido a “tirar unos cohetes”, sino a la playa, que hací­a una tarde de sol como nunca. En este mismo pueblo, a menos de 100 m. del restaurante, se encuentra la playa de la concha. Aguas cálidas (comparándolas con otras como las del ártico) y limpias, buena compañí­a, sitio de sorbra para que corran los niños, y muuucha playa para bajar a base de paseitos la comilona de marisco.
Un abrazo a todos.

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La jubilación de Moby Dick

“Y que no se muere la hija de….”. Eso es lo que debió pensar el ballenero que disparó allá por 1880 a la ballena que han encontrado medio muerta hace poco los esquimales. Y es que en el arpón constaba la fecha de fabricación del mismo. Esto ha hecho que algunos cientí­ficos vean más claras sus dudas acerca de la edad que pueden alcanzar las ballenas. Lo cierto es que no demuestra nada, porque el hecho de que el arpón sea de 1880 no significa que a la ballena se lo clavaran ese año. De hecho yo tengo un hacha prehistórica y estoy pensando en demostrar que el perro cabrón de los vecinos tiene 300.000 años. Una cosa rápida, no sufrirá.
El tiempo que hace que los humanos nos estamos cargando especies como estas me hace pensar de nuevo en que somos demasiados, y nos estamos comiendo el mundo, en que esto no es sostenible y que estamos condenados a la extinción (como era de esperar soy poco optimista).
Todo pescador tiene su propia Moby Dick, de la misma forma que toda persona tiene su utopí­a, su sueño inalcanzable, su meta. Mi Moby Dick en lo que a la pesca se refiere, se llama “pescar una lubina” y como el capitán Ahab, me paso el dí­a pensando en esos acantilados lucenses, y en el monstruo que sacaré de las profundidades. Si lo saco ya le haré una foto y la colgaré aquí­.

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Herma, la ciudad sumergida de la Manga [o no]

Como bien saben en mi trabajo, gran parte de los mí­os viven en la región de Murcia (qué hermosa eres), y si bien no corren por mis venas las aguas del Segura (gracias a Dios), siento “muy en lo jondo” esa tierra. Cuando el netámbulo Juanan me comentó la semana pasada la historia de la ciudad sumergida de la manga del mar menor he de decir que no me extrañó, porque por esa tierra han pasado todos los antiguos habitantes del Mediterráneo uno por uno, y cada uno de ellos ha dejado su trocito de historia.
Las distintas teorí­as acerca de qué son esas formaciones sumergidas han ido surgiendo y cada uno tiene la suya. Unos dicen que ciudad romana, otros que ciudad fenicia, otros que ciudad tartesa, pues bien, me voy a mojar y voy a dar mis propias teorí­as:
1.- Es un criadero de ostras.
2.- Son unas antiguas salinas
Lo que más podrí­a llamar la atención de mis teorí­as es lo del criadero de ostras. Pues bien, lo explico. Hace unos años un avispado decidió montar un criadero de ostras en el mar menor, y después de unas temporadas, abandonó el negocio porque veí­a que aquello no cuajaba. Al cabo de los años el mar menor se llenó (y nadie sabí­a el porqué) de ostras. Mi tí­o José Ramón me cuenta que recuerda a gente salir del mar menor con cubos llenos hasta arriba de ostras. Solo me falta para comprobar alguna de mis teorí­as, el bucearme esa zona este verano (con mi hermana, que seguro que se apunta). ya os contaré.
Mientras tanto, que cada uno haga sus hipótesis, que el pensar no está mal.

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