Vamos a tener (como todos los años) la oportunidad y el lujo de irnos a tierras de la costa lucense, a la localidad de Viveiro, para pasar los pocos días que nos quedan de vacaciones. Voy a intentar que participéis de las cosas que nos van sucediendo, dónde vamos, qué comemos, dónde nos bañamos.
Como este blog es más de estilo familiar que otra cosa, os voy a hacer que, aunque sea de una forma remota, disfrutéis tanto como yo de este viaje.
El primer día en el paraíso ha sido una bacanal de marisco, buen vino y playa. Hacía bastante tiempo que no tomaba tanto marisco y de tanta calidad.
Para ello nos hemos tenido que mover 29 kilómetros hacia el oeste, a la localidad de Espasante, en cuyo puerto se encuentra el restaurante “Planeta”. Este restaurante comenzó a servir comidas allá por 1973, y los más antiguos todavía recuerdan las mesas corridas en las que se reunían varias familias (en la misma mesa, claro), y en las que el utensilio para abrir el marisco era una maza. Claro, después de unos cuantos vinos, la puntería con la maza mermaba, y acababan salpicando de marisco unas familias a otras (supongo que así comenzaron a hacer el salpicón de marisco). Bueno, pues desde entonces, el negocio ha evolucionado bastante, y ahora, en vez de una marisquería cutre, nos encontramos unos salones “atutiplén” que sirven un de los mejores mariscos de la zona.
En las rías altas, el rey del marisco es el Bogavante (lubrigante le llaman por allí), y hoy hemos tenido la suerte de degustar dos hembras de lubrigante de unos 2 kg. cada una, una cocida y la otra a la plancha (espectaculares) regadas con vino de la tierra (ribeiro Casanova 2006), que aunque joven, casaba perfectamente con los manjares que estábamos degustando.
A estas dos piezas le han acompañado unos calamares de la ría fritos, un pulpo a feira, almejas a la marinera (muy recomendables), y unas croquetas de centolla.
Un dicho gallego canta: “Hombre o mujer que come centolla, no duerme bien si no folla…”, pues bien, malpensados, luego no hemos ido a “tirar unos cohetes”, sino a la playa, que hacía una tarde de sol como nunca. En este mismo pueblo, a menos de 100 m. del restaurante, se encuentra la playa de la concha. Aguas cálidas (comparándolas con otras como las del ártico) y limpias, buena compañía, sitio de sorbra para que corran los niños, y muuucha playa para bajar a base de paseitos la comilona de marisco.
Un abrazo a todos.